La palabra hamaca proviene del taíno y significa «red para pescado». Las hamacas eran esenciales en las antiguas culturas nativas, pues permitían dormir por encima del suelo y así evitar los insectos, las mordeduras de serpiente y distintas enfermedades. Las primeras hamacas se tejían con corteza de árbol y más tarde se utilizaron fibras de sisal u hojas de palmera, que eran más abundantes, en función de donde se elaboraran. Los europeos adoptaron el diseño para los barcos con el objetivo de aprovechar mejor el reducido espacio e impedir que los marineros se cayeran de las literas de madera cuando el mar estaba embravecido. Estas sencillas camas de tela son tan versátiles que los astronautas de las expediciones lunares del Apolo las utilizaron para no tener que dormir en el frío suelo de las cabinas de los transbordadores espaciales.
En la actualidad, las hamacas siguen siendo una parte importante de la cultura artesanal en toda Sudamérica. De hecho, el municipio de Concepción Quezaltepeque, en El Salvador, celebra cada noviembre un tradicional Festival de las Hamacas, en el que los artesanos elaboran y venden hamacas tejidas a mano.